Procesos, arte e inteligencia artificial: cómo evitar la homogeneización

Inteligencia artificial y procesos artísticos

Desde 2020 trabajo con IA en el estudio y en el aula. Mi intención no es “automatizar”, sino para mover el esfuerzo creativo a otros lugares: formular mejores preguntas, realizar investigaciones profundas sobre un tema, iterar con intención, y sostener decisiones que puedan explicarse a través de procesos. Este artículo recoge algunos conceptos que he aprendido como artista y docente: el azar como aliado, el proceso como coreografía, y la IA como un medio más en el estudio, no como milagro.

Punto de partida: escuchar antes que producir

Quien haya probado una IA generativa sabe lo fácil que es sacar “algo” en segundos. Lo difícil es escuchar lo que ese algo te devuelve y decidir si tiene sentido con tu poética. Ahí empieza el trabajo autoral: no en el botón, sino en la edición, la selección y la dramaturgia.

“Honra tu error como una intención oculta.” — Brian Eno

No es atajo: es medio y contexto

La IA no sustituye oficio; cambia la coreografía. Donde antes invertíamos horas en investigar y rastrear, ahora las invertimos en diseñar experimentos y en acotar nuestra investigación. Prefiero pensar la IA como un instrumento más de mi estudio: tan útil como un aerógrafo, un proyector o un instrumento musical. Lo interesante aparece cuando esa herramienta se pliega a una intención clara, incluso cuando esta sea la no-intención.

Azar, control y ese momento de “ajá”

Me interesa el azar bien diseñado. Dejo huecos para la sorpresa (variaciones, semillas, combinatorias), pero sólo se quedan las imágenes, sonidos o conceptos que abren una pregunta. Si la sorpresa no aporta dramaturgia, es ruido. Si aporta fricción —una forma inesperada, una luz que desplaza la lectura—, entonces la incorporo y la hago crecer.

“El azar no es abandono; es método para aprender a escuchar.” — (parafraseando a John Cage)

Proceso proactivo frente al “a ver qué sale”

La trampa más común es delegar el proceso en la herramienta y quedarse pescando “accidentes felices”. Yo prefiero empezar por diseñar el punto de partida de un proceso, incluso en el caso de que desee crear algo caprichoso y sin intención:

  • Qué tensión quiero explorar (naturaleza/tecnología, íntimo/industrial).
  • Qué restricciones vuelven fértil el juego (formato, paleta, tiempo, canal de exhibición).
  • Qué criterios me harán decir “sí” o “no” sin dudar (coherencia con la serie, legibilidad, emoción).

No se trata de matar la magia, sino de encauzarla. El resultado suele ser más propio y menos “plantilla bonita”.

SCAMPER con IA en el estudio

SCAMPER es un marco clásico de creatividad (Sustituir, Combinar, Adaptar, Modificar/Maximizar/Minimizar, Poner otros usos, Eliminar, Reordenar). Lo uso como recordatorio de que la IA no es para reproducir, sino para transformar dentro de un proceso creativo cuyo fin puede ser incluso auto referencial.

Sustituir

Cambio un elemento para alterar el sentido. En una serie con un rectángulo luminoso, probé a sustituir la luz por una sombra imposible. La IA me dio morfologías; el gesto conceptual fue decidir que la obra trataba, en realidad, de ausencias.

Combinar

Cruzo dominios: paisaje industrial + botánica + coreografías de público + radiación de fondo. La IA sugiere formas, movimientos; la combinación semántica (qué conversa con qué y por qué) es responsabilidad curatorial.

Adaptar

Llevo una solución de vídeo a performance: voz sintetizada que responde a gestos en escena. La herramienta obedece al cuerpo; no al revés. O tal vez ¿ambos coexisten?

Modificar/Maximizar/Minimizar

Juego con escala y detalle. Reduzco resolución para que pese la memoria más que la nitidez. El “defecto” como decisión estética.

Poner otros usos

Tomo un banco de texturas y lo uso como partitura visual para controlar un sintetizador musical. La IA mapea patrones a sonido y aparece una conversación nueva.

Eliminar

Decido qué no entra: personajes, perspectiva, color. El vacío también dice.

Reordenar

Cambio el orden del flujo: primero luz, luego objeto; primero sonido, luego imagen. La IA aguanta el cambio; la dramaturgia la marca el proceso.

Ética y trazabilidad sin mareo técnico

Hablemos claro y sencillo. Te voy a lanzar tres ideas que cualquiera puede aplicar sin volverse especialista:

Procedencia: cuenta lo básico

Acompaña tu obra con una nota honesta: qué herramienta usaste, qué hiciste tú y qué hizo la máquina, y qué decisiones tomaste en la edición. No hace falta un informe técnico: un párrafo comprensible mejora la confianza del público y de quien comisaría.

Derechos y cuidados: sentido común

Trabaja con materiales de origen claro (dominio público, licencias abiertas u obras propias). Piensa en la IA como una colaboración: si tomarías un café con esa persona después de “inspirarte”, probablemente vas por buen camino.

Huella digital: justo lo necesario

No hace falta tirar mil versiones si vas a exponer tres. Define la resolución justa para tu medio (papel, pantalla, sala) y evita iteraciones vacías. Además de cuidar el planeta, cuidas tu foco.

Lo que me preocupa del uso actual de la IA en arte

Homogeneización estética

La promesa de “calidad cinematográfica instantánea” empuja a la repetición. Los modelos premian lo que ya han visto. Hace falta el doble de criterio para resistir el cliché y sostener una voz.

Abundancia que empobrece la atención

Poder generar mil variaciones no significa que tengamos que verlas todas. Prefiero familias pequeñas de opciones fuertes y dedicarles lectura atenta. La atención es hoy el recurso más escaso del estudio.

Delegación del discurso

Los textos de sala escritos “en automático” suenan genéricos. La IA como sparring retórico funciona muy bien; como autoridad, empobrece. El discurso curatorial merece la misma artesanía que la pieza.

Formación y reclamos publicitarios: qué mirar con lupa

Veo a diario anuncios del tipo “Conviértete en artista IA en 3 horas”, “Salta años de oficio con este curso definitivo”, “Prompts secretos para vender en galerías”. El problema no es enseñar IA —yo mismo imparto talleres—, el problema es vender fórmulas milagro.

Una formación valiosa te ayuda a plantear problemas, detectar sesgos y construir procesos que sobreviven a cualquier moda de software. Si un curso promete “estilos ganadores” y “plantillas infalibles”, sospecha: su éxito depende de que tú y cientos de personas hagáis lo mismo. Un buen taller, en cambio, devuelve preguntas, criterios y práctica: menos espectáculo, más oficio.

“La herramienta amplía el campo; el criterio lo hace habitable.” — Mario Bastian

IA como medio relacional

La IA puede desbordar la creatividad si aceptamos que también hace visibles nuestras responsabilidades: con quienes comparten sus datos, con el público que confía y con el planeta que sostiene nuestros cómputos. Si mantenemos la conversación honesta y comprensible, la herramienta no nos reemplaza: nos exige mejores preguntas y mejores decisiones.

Entre tu intención y esos sistemas que hoy nos acompañan, ahí —en el diálogo— es donde sigue ocurriendo el arte.

Este artículo ha sido inicialmente publicado en el newsletter «Cuadernos de inferencia» en Substack

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